Un día de 1934, en Nueva York se conocieron Carlos Gardel y Astor Piazzolla. Carlos tenía 45 años, era una estrella consagrada y había triunfado en París. En esos días, empresarios de la Paramount lo habían traído a Nueva York para que protagonice los films y grabe los discos que enloquecerían al público. Le quedaba aproximadamente un año de vida antes de su fatal accidente.
Astor, tenía 12, vivía en Nueva York desde los 4 años. Era un niño que hablaba mejor el inglés que el castellano, conocía los barrios de Nueva York como la palma de su mano. Inquieto, vivaz, creció en la zona de Greenwich, y más tarde en Little Italy (Brooklyn), entre armónicas, bandoneones, músicos de jazz, jugadores de beísbol e inmigrantes europeos. Lo esperaba la Argentina, más tarde el mundo y el tango, para que le diera un giro definitivo y revolucionario.
Piazzolla vivió en Nueva York desde los 4 hasta los 16 años, con un amago de establecerse en Mar del Plata en 1930. Era un niño terrible, amigo de pandilleros, amante del box (de hecho comenzó a practicarlo hasta que un día quizo hacer guantes con Jack La Mota, luego de esa experiencia dejó el gimnasio), le gustaba la música, frecuentaba a hurtadillas los clubes de jazz, sobre todo si actuaba Cab Calloway, le encantaba tocar la armónica y a veces, a instancias de su padre, agarraba el bandoneón. "Un día descubrí que papá había empezado a escribir un diario sobre mí. Se llamaba 'Él también tiene su historia'. - recordaba Piazzolla en la biografía que escribió su hija, Diana - Estaba escrito a mano, en una libreta de tapas duras. Lo escondía en uno de los cajones del ropero. Había decidido escribir mi vida, paso a paso. Sus preocupaciones respecto a mi futuro, mi desamor por el tango, los maestros, las palizas. En esos días me llevó a un cabaret de Nueva york. Recuerdo que se llamaba 'El Gaucho', pero los dueños eran españoles. Ahí toqué para ellos 'Cuando llora la milonga' y les gustó mucho. A los pocos días formábamos un trío: un argentino llamado Agustín Cornejo, un peruano y yo. La presentación la hicimos en el Teatro Roerich. Por primera vez sentí lo que era la emoción de estar sobre un escenario, aplaudido por la gente. Yo actuaba vestido de marinero y después lo hice vestido de gaucho. Desde ese día, empecé a salir en los diarios. Era el niño prodigio llegado de las pampas argentinas."
Un día, Vicente ''Nonino'' Piazzolla (Papá de Astor Piazzolla) supo que Gardel en Nueva York, había alquilado un lugar en el piso 18 del edificio de Bellas Artes, en la calle Cuarenta y Ocho. Vicente le comenta a Asunta, su esposa, que le tallaría en madera un regalo, un guitarrista, para mandárselo como tributo de su admiración. Mandó a su hijo, Astor, a llevar el presente con la invitación de comer ravioles, pero con la recomendación de fijar el día para estar preparados. Allí va el inquieto Astor, con un paquete, preguntándose quién sería ese tipo tan importante. Gardel le cayó bien de entrada, le gustaba ese hombre alegre, que lo trataba como si lo conociera de toda la vida, se despidió con la promesa de volver al otro día con su bandoneón. Diana Piazzolla relata el siguiente encuentro:
"Al día siguiente, con una camisa blanca y un pantalón azul, Astor caminó despacio hacia el departamento de su amigo. Cuando llegó, Carlos ya estaba listo. Camisa francesa de seda natural, traje claro, corbata a rayas. le ofreció un vaso de leche.
- Sentate tranquilo, tomá la leche y tocate algo en el bandoneón - dijo y se sentó a su lado.
Astor colocó el bandoneón sobre sus rodillas y tocó: un poco de Gershwin, algunos valses, una ranchera, un tango. Gardel lo miraba y sonreía. Después del tango habló:
- Vas a ser algo grande, pibe, te lo digo yo... Pero al tango lo tocas como un gallego.
- Es que tengo que ensayar, yo de tango no sé mucho - se disculpó Astor
- Metele, que vas a llegar. Y ahora vamos que quiero conocer la ciudad.
Caminaron toda la mañana. Gardel se probó camisas, compró zapatos, trajes, corbatas y al mediodía comieron ravioles en el Santa Lucía. Astor le mostró sus escuelas, la casa de George Raft, el Central Park, el River Side, los alrededores de Harlem.
- ¿A vos te gusta el jazz? - preguntó Gardel, al ver el entusiasmo con que Astor hablaba de Cab Calloway.
- Es lo que más me gusta. El tango todavía no lo entiendo...
- Cuando lo entiendas, no lo vas a dejar...
Siguieron caminando. Gardel se había encariñado con aquel pibe que quería saber acerca de las noches de Buenos Aires, y Astor ya no olvidaría a ese hombre que tomaba todo con calma, como si la vida fuera interminable, y que se entristecía cuando hablaban de Argentina."
Astor grabó un disco con Gardel y participaría en la película El día que quieras, haciendo el papel de canillita, un papel que le calzaba justo.
Gardel quedó tan entusiasmado con el pequeño Piazzolla que le ofreció a los padres llevarlo con él a la gira que iba a realizar próximamente, pero Vicente inflexible, se negó rotundamente, Astor era todavía un niño. Esa tarde, con café con leche de por medio y buñuelos preparados especialmente por Asunta, se vieron por última vez Gardel y Piazzolla. Carlos, calmo y sonriente, con un dejo de nostalgia porque dejaba a su pequeño amigo; Astor, enojado y frustrado, porque se había ilusionado con esa gira y ya imaginaba lugares y aventuras. Esa tarde se despidieron, cada uno con su destino a cuestas. A uno lo esperaba un vuelo fatídico que lo convertiría en un mito renovado año a año; al otro, le aguardaban años de formación, de lucha a brazo partido para imponer su música, la que revolucionó el tango y que dejaría, en su ausencia, un hueco imposible de llenar.
Piazzolla vivió en Nueva York desde los 4 hasta los 16 años, con un amago de establecerse en Mar del Plata en 1930. Era un niño terrible, amigo de pandilleros, amante del box (de hecho comenzó a practicarlo hasta que un día quizo hacer guantes con Jack La Mota, luego de esa experiencia dejó el gimnasio), le gustaba la música, frecuentaba a hurtadillas los clubes de jazz, sobre todo si actuaba Cab Calloway, le encantaba tocar la armónica y a veces, a instancias de su padre, agarraba el bandoneón. "Un día descubrí que papá había empezado a escribir un diario sobre mí. Se llamaba 'Él también tiene su historia'. - recordaba Piazzolla en la biografía que escribió su hija, Diana - Estaba escrito a mano, en una libreta de tapas duras. Lo escondía en uno de los cajones del ropero. Había decidido escribir mi vida, paso a paso. Sus preocupaciones respecto a mi futuro, mi desamor por el tango, los maestros, las palizas. En esos días me llevó a un cabaret de Nueva york. Recuerdo que se llamaba 'El Gaucho', pero los dueños eran españoles. Ahí toqué para ellos 'Cuando llora la milonga' y les gustó mucho. A los pocos días formábamos un trío: un argentino llamado Agustín Cornejo, un peruano y yo. La presentación la hicimos en el Teatro Roerich. Por primera vez sentí lo que era la emoción de estar sobre un escenario, aplaudido por la gente. Yo actuaba vestido de marinero y después lo hice vestido de gaucho. Desde ese día, empecé a salir en los diarios. Era el niño prodigio llegado de las pampas argentinas."
Un día, Vicente ''Nonino'' Piazzolla (Papá de Astor Piazzolla) supo que Gardel en Nueva York, había alquilado un lugar en el piso 18 del edificio de Bellas Artes, en la calle Cuarenta y Ocho. Vicente le comenta a Asunta, su esposa, que le tallaría en madera un regalo, un guitarrista, para mandárselo como tributo de su admiración. Mandó a su hijo, Astor, a llevar el presente con la invitación de comer ravioles, pero con la recomendación de fijar el día para estar preparados. Allí va el inquieto Astor, con un paquete, preguntándose quién sería ese tipo tan importante. Gardel le cayó bien de entrada, le gustaba ese hombre alegre, que lo trataba como si lo conociera de toda la vida, se despidió con la promesa de volver al otro día con su bandoneón. Diana Piazzolla relata el siguiente encuentro:
"Al día siguiente, con una camisa blanca y un pantalón azul, Astor caminó despacio hacia el departamento de su amigo. Cuando llegó, Carlos ya estaba listo. Camisa francesa de seda natural, traje claro, corbata a rayas. le ofreció un vaso de leche.
- Sentate tranquilo, tomá la leche y tocate algo en el bandoneón - dijo y se sentó a su lado.
Astor colocó el bandoneón sobre sus rodillas y tocó: un poco de Gershwin, algunos valses, una ranchera, un tango. Gardel lo miraba y sonreía. Después del tango habló:
- Vas a ser algo grande, pibe, te lo digo yo... Pero al tango lo tocas como un gallego.
- Es que tengo que ensayar, yo de tango no sé mucho - se disculpó Astor
- Metele, que vas a llegar. Y ahora vamos que quiero conocer la ciudad.
Caminaron toda la mañana. Gardel se probó camisas, compró zapatos, trajes, corbatas y al mediodía comieron ravioles en el Santa Lucía. Astor le mostró sus escuelas, la casa de George Raft, el Central Park, el River Side, los alrededores de Harlem.
- ¿A vos te gusta el jazz? - preguntó Gardel, al ver el entusiasmo con que Astor hablaba de Cab Calloway.
- Es lo que más me gusta. El tango todavía no lo entiendo...
- Cuando lo entiendas, no lo vas a dejar...
Siguieron caminando. Gardel se había encariñado con aquel pibe que quería saber acerca de las noches de Buenos Aires, y Astor ya no olvidaría a ese hombre que tomaba todo con calma, como si la vida fuera interminable, y que se entristecía cuando hablaban de Argentina."
Astor grabó un disco con Gardel y participaría en la película El día que quieras, haciendo el papel de canillita, un papel que le calzaba justo.
Gardel quedó tan entusiasmado con el pequeño Piazzolla que le ofreció a los padres llevarlo con él a la gira que iba a realizar próximamente, pero Vicente inflexible, se negó rotundamente, Astor era todavía un niño. Esa tarde, con café con leche de por medio y buñuelos preparados especialmente por Asunta, se vieron por última vez Gardel y Piazzolla. Carlos, calmo y sonriente, con un dejo de nostalgia porque dejaba a su pequeño amigo; Astor, enojado y frustrado, porque se había ilusionado con esa gira y ya imaginaba lugares y aventuras. Esa tarde se despidieron, cada uno con su destino a cuestas. A uno lo esperaba un vuelo fatídico que lo convertiría en un mito renovado año a año; al otro, le aguardaban años de formación, de lucha a brazo partido para imponer su música, la que revolucionó el tango y que dejaría, en su ausencia, un hueco imposible de llenar.
Gardel y el cine:
Gardel era un hombre muy disciplinado. Hacía gimnasia, estudiaba, grababa discos casi todos los días y para filmar tuvo que bajar una enorme cantidad de kilos. Era exigente con los demás, a menudo Le Pera debía escribir una docena de veces una letra para que Gardel se la acepte, pero a su vez, siempre lo caracterizó su integridad, se negó una y mil veces a cantar en inglés en sus films.
Entre 1932 y 1935 filmó para la Paramount el número increíble de nueve películas. Las cuatro primeras rodadas en Francia, el resto en Nueva York. Las seis últimas con guión de su letrista, Alfredo Le Pera.
'El día que me quieras' fue dirigida por John Reinhardt. Gardel está acompañado por la actriz mexicana Rosita Moreno y por Tito Lusiardo. Entre los papeles secundarios figura el pequeño Astor Piazzolla. En la película Gardel interpreta 'Suerte negra', 'Sol tropical', 'Sus ojos se cerraron', 'Guitarra mía', 'Volver' y la canción que le da nombre al film, cantada al final a dos voces con Rosita Moreno. El estreno argentino tuvo lugar el 16 de julio de 1935, en el cine Broadway, de Avenida Corrientes 1155.
Gardel y el inglés:
Gardel recibió la imposición de los ejecutivos cinematográficos y radiales para que cante en inglés. La gerencia de la NBC, con motivo del éxito que tenían los programas de Gardel con la colonia latinoamericana, quiso captar a los oyentes norteamericanos. Se le propuso a Gardel cantar en inglés. Se prepararon algunos estribillos, traducidos y escritos fonéticamente, para que éste los cantara. El experimento fue en vano. "Cómo voy a cantar palabras que no entiendo, frases que no siento. - explicaba Gardel - Hay algo en mí que vibra al sonido de las palabras que me son familiares, que están hondamente arraigadas en lo más íntimo de mi ser; palabras que aprendí en mi niñez, que tienen el significado de cosas muy nuestras, imposible de transmitir. Mi idioma, señores, es el español... o mejor aún, el porteño. La pregunta ¿Me quieres? no contiene para mí la emoción que se vuelca en la misma pregunta porteña ¿Me querés? ¡Yo sé cantar solamente en criollo!
Adiós Nonino es una pieza musical de tango, compuesta por el músico y compositor argentino Astor Piazzola; es considerada por muchos como la mejor y más representativa obra del autor.
La historia
En el año 1959, Piazzolla se encontraba realizando una gira por Centroamérica cuando, durante una presentación en Puerto Rico junto a Juan Carlos Copes y María Nieves Rego, recibe la noticia de la muerte de su padre, Vicente Piazzolla, apodado Nonino, debido a un accidente de bicicleta en su ciudad natal, Mar del Plata. Esta noticia, sumada al fracaso de la gira, a los problemas económicos y a la nostalgia que le producía estar lejos de su país natal, llevó a Piazzolla a la depresión. Es cuando retorna, en octubre de ese año, a la ciudad de Nueva York (lugar donde residía temporalmente con su familia), que compone esta maravillosa obra, en homenaje a su padre, basada en Nonino, otro tango que Astor había compuesto cinco años antes en París, también dedicada a Vicente Piazzolla.
La historia
En el año 1959, Piazzolla se encontraba realizando una gira por Centroamérica cuando, durante una presentación en Puerto Rico junto a Juan Carlos Copes y María Nieves Rego, recibe la noticia de la muerte de su padre, Vicente Piazzolla, apodado Nonino, debido a un accidente de bicicleta en su ciudad natal, Mar del Plata. Esta noticia, sumada al fracaso de la gira, a los problemas económicos y a la nostalgia que le producía estar lejos de su país natal, llevó a Piazzolla a la depresión. Es cuando retorna, en octubre de ese año, a la ciudad de Nueva York (lugar donde residía temporalmente con su familia), que compone esta maravillosa obra, en homenaje a su padre, basada en Nonino, otro tango que Astor había compuesto cinco años antes en París, también dedicada a Vicente Piazzolla.
Papá nos pidió que lo dejáramos solo durante unas horas. Nos metimos en la cocina. Primero hubo un silencio absoluto. Al rato, oímos que tocaba el bandoneón. Era una melodía muy triste, terriblemente triste. Estaba componiendo Adiós Nonino.
Daniel PiazzollaEn una entrevista de 1990, Piazzolla declaró que éste era su tango número uno, y que muchas veces había intentado superarlo, pero sin éxito.
La letra fue escrita por mi amiga la cantante y compositora argentina Eladia Blázquez.
Desde una estrella al titilar...
Me hará señales de acudir,
por una luz de eternidad
cuando me llame, voy a ir.
A preguntarle, por ese niño
que con su muerte, lo perdí,
que con "Nonino" se me fue...
Cuando me diga, ven aquí...
Renaceré... Porque...
¡Soy...! la raíz, del país
que amasó con su arcilla.
¡Soy...! Sangre y piel, del "tano" aquel,
que me dio su semilla.
Adiós "Nonino"... que largo sin vos, será el camino.
¡Dolor, tristeza, la mesa y el pan...!
Y mi adiós.. ¡Ay! Mi adiós,
a tu amor, tu tabaco, tu vino.
¿Quién..? Sin piedad, me robó la mitad,
al llevarte "Nonino"...
Tal vez un día,
yo también mirando atrás...
Como vos, diga adiós
¡No va más..!
Recitado:
Y hoy mi viejo "Nonino" es una planta.
Es la luz, es el viento y es el río...
Este torrente mío lo suplanta,
prolongando en mi ser, su desafío.
Me sucedo en su sangre, lo adivino.
Y presiento en mi voz, su propio eco.
Esta voz que una vez, me sonó a hueco
cuando le dije adiós Adiós "Nonino".
¡Soy...! La raíz, del país
que amasó con su arcilla...
¡Soy...! Sangre y piel,
del "tano" aquel,
que me dio su semilla.
Adiós "Nonino"... Dejaste tu sol,
en mi destino.
Tu ardor sin miedo, tu credo de amor.
Y ese afán... ¡Ay...! Tu afán
por sembrar de esperanza el camino.
Soy tu panal y esta gota de sal,
que hoy te llora "Nonino".
Tal vez el día que se corte mi piolín,
te veré y sabré... Que no hay fin.
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